La cultura de una organización es el conjunto, costumbres, principios y valores, que de una forma u otra caracterizan el comportamiento de las personas que la integran, identificando la manera de ser o de como hacen las cosas.
Para que una organización logre alcanzar una cultura de medición se requiere del compromiso de sus líderes en todos los niveles, de esta manera, identificar y gestionar el cambio de los paradigmas que puedan existir con relación a medir los resultados obtenidos, tales como: esto es imposible medirlo - no hay tiempo para medir - es mejor hacer que medir - medir pueden ser contraproducente.
¿Por qué y para qué medimos?
Uno de los procesos de la administración en la teoría de Henry Fayol es “controlar” y, de acuerdo al postulado de Peter Drucker, que “medir y evaluar” es una de las funciones gerenciales, resulta de vital importancia definir e implementar indicadores de gestión o Key Performance Indicator (KPI), que nos permitan identificar un punto de partida y observar la dirección que están llevando nuestros planes de acción en relación con los objetivos propuestos, aumentando notoriamente la eficiencia, agregando valor a los procesos, abaratando costos y mejorando la calidad de nuestros productos y servicios prestados.
«Lo que no está definido, no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, siempre se degrada» William Thomson Kelvin.
¿Qué es un indicador de gestión o KPI?
Son parámetros cuantitativos y/o cualitativos definidos, que nos sirven de apoyo en la toma de decisiones informadas, analizando datos, valores obtenidos, monitoreando patrones y tendencias del negocio, por consiguiente, es una herramienta clave para alcanzar la eficiencia y la mejora continua en nuestra unidad de negocio u organización.
«Un indicador es una magnitud que expresa el comportamiento o desempeño de un proceso, que al compararse con un nivel de referencia permite detectar desviaciones exclusivamente negativas» Luis Mora García, 2012.
Existen una gran variedad de indicadores que podemos utilizar para medir nuestro desempeño, más, sin embargo, debemos definir los factores claves que contribuyen a las metas que queremos conseguir y, sobre todo, que estén alineados a los objetivos estratégicos de la organización.
Los indicadores de acuerdo a lo que monitorizan, se clasifican en tres niveles: estratégico (impacto de la estrategia), táctico (resultados de los procesos), operacionales (planes de acción).
Ahora bien, cuando definimos nuestros objetivos podemos emplear los criterios del método
SMART:
Specific, específicos.
Measurable, medibles.
Achievable, alcanzables.
Realistic, realistas.
Time-bound, tiempo límite.
Luego de definir los objetivos, debemos establecer nuestros indicadores claves, se recomienda utilizar la regla R.I.M.O.
Relevante, para el negocio.
Inequívoco, que sea preciso.
Medible, su valor o expresión.
Objetiva, su fuente.
Por otra parte, es importante nombrar un responsable por los indicadores, fijando periodos para su actualización, frecuencia de control, quien realice el seguimiento y registro correspondiente en el tablero de control (TC) – dashboard o en su defecto ficha o matriz de indicadores, su rendición de cuenta y especialmente la manera de graficarlos o representarlos, para una adecuada comunicación y comprensión por la alta dirección.
¿Qué es un tablero de control (TC)?
Es una herramienta de gestión visual que nos permite registrar y monitorear todos los indicadores claves y los planes de acción que contribuirán al logro de nuestras metas, generando alertas tempanas en desviaciones para las oportunidades de mejoras que afecten en los resultados de dichas acciones, de esta manera, acercarnos al cumplimiento de nuestros objetivos. Es recomendable utilizar colores o semaforización en nuestros TC, mejorando la visualización del cumplimiento o desviaciones.
No obstante, si la curva o nivel de madurez de medición en la organización es bajo, el profesional encargado gestionar la seguridad, se enfrentará a un desafío significativo, donde debe superar barreras y sesgos de los colaboradores e incluso propios. Así poder implementar estrategias para desarrollar una cultura de medición de seguridad en toda la organización, ya que, esta práctica no es tan habitual.
En el establecimiento de un proyecto de seguridad, es necesario comprender que los indicadores poseen un ciclo de vida, ya que, al ir alcanzando los objetivos planteados, estos dejan de tener utilidad y es necesario ajustar los factores claves que se requieran mantener bajo control, para evaluar el comportamiento de nuevas variables que surjan en el proyecto de seguridad.
El profesional de seguridad está obligado a conocer la actividad principal del negocio o core business, para poder alinear su estrategia a la misión de la empresa u organización, en donde, presta su servicio, ya que, su producto terminado no es seguridad per se.
Por consiguiente, puede encontrarse gestionando seguridad física, seguridad en la cadena de suministro, seguridad de la información, etc. Por tal motivo, debe tener la flexibilidad para adaptarse a las necesidades y requerimientos que les demanden las unidades de negocio o clientes internos.
En este sentido, es de fundamental importancia poseer los conocimientos y habilidades que le permitan comprender la transversalidad y relación que pueden existir entre los objetivos, de esta manera, poder identificar y establecer los diferentes elementos o variables relevantes para sus indicadores y planes de acción, que lo llevaran a la consecución de sus objetivos propiciando e impulsando desde su gestión una cultura de medición en seguridad para toda la organización.
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